Horacio Duarte Olivares
Presidente Estatal de MORENA Estado de México
El Estado de México es el primer productor nacional de fuegos artificiales y artificios pirotécnicos, sesenta y cuatro municipios del Estado de México tienen presencia con esta actividad, destacando: Almoloya de Juárez, Amecameca, Axapusco, Capulhuac, Coyotepec, Ozumba, Tecámac, Tenango, Texcoco, Toluca, Zumpango y Tultepec.
La pirotecnia además de ser un oficio redituable es una actividad artesanal con una tradición de por lo menos 2 siglos, que permite el sustento de 40 mil familias mexiquenses de forma directa y genera una derrama económica de entre 500 y 1,200 millones de pesos anuales. De los habitantes del municipio de 60% están involucrados directa o indirectamente en la elaboración y puesta del espectáculo pirotécnico, o en la fabricación de castillos y juguetería.
Con el objetivo principal de atender las necesidades de los pirotécnicos, tanto económicas como de capacitación, legalidad, fomento, prevención y seguridad, el gobierno del Estado de México creó en 2003, durante el gobierno de Arturo Montiel, el Instituto Mexiquense de la pirotecnia (IMEPI). Desafortunadamente la desgracia en el mercado de San Pablito Tultepec ha descubierto que es prácticamente inútil su existencia, ya que sus objetivos como formular, controlar y vigilar las medidas de seguridad en las actividades de juegos pirotécnicos no sirven.
En Tultepec ha habido explosiones intermitentes desde 1998, ocurrieron también en 2005, 2006, 2007 y marzo del presente año. Esto quiere decir que la explosión del martes no es fortuita, porque un incidente que se presenta repetidas veces no es un accidente. Puede ser negligencia, desabandono, consecuencia de un discurso vacío y políticas asistencialistas de los gobiernos mexiquenses, pero nunca un accidente. Baste recordar que a principios del mes de agosto, el director del IMEPI se vanagloriaba diciendo que teníamos el “mercado más seguro de Latinoamérica”, que contaba con una buena planeación para evitar incidentes. O que otras voces como la del alcalde de ese municipio le secundaban agradeciendo a Eruviel Ávila los servicios de salud suficientes para atender a la gente del municipio en los hospitales de su propio estado sin tener la necesidad de llevarlos hasta la Ciudad de México. ¡Mentira!
Esto que nos está pasando como entidad es el síntoma que padecemos como pueblo, todos sabemos por experiencia, en los menos de los casos por intuición, que a los gobernantes del Estado de México les encanta regodearse en el discurso vacío, hacer acto de presencia en inauguraciones a cortar el listón aunque no sepan ni un ápice de cómo se hicieron las cosas. También sabemos que aquí en el Estado de México pocos son los afortunados que entran dentro de la cobertura de servicios de salud, porque para tener acceso a estos servicios, primero debes tener un trabajo seguro donde tengas afirmado el servicio de salud, de lo contrario quedas a la voluntad divina o a la suerte. Pero un estado con la segunda tasa de desempleo más alta del país (5.4 %) tiene pocas posibilidades de asegurarlo.
¿Quién mejor que 8 millones de mexiquenses pobres para dar testimonio de la farsa, de las políticas asistencialistas? A nosotros mismos nos duele la pobreza, el desabandono, la negligencia, la corrupción. Al gobierno no le duele nada, al gobernador le interesa en estos momentos de dolor y de duelo, transmitir por Facebook su recorrido por las instalaciones del hospital de Zumpango para dar show con el discurso estruendoso “es importante que vean el equipo tan profesional que se tiene, la infraestructura médica que tenemos”. Y ¿qué pensará sobre el resto de los municipios mexiquenses?, como los del sur del estado donde hay comunidades indígenas que no cuentan con un solo médico y donde todavía mueren personas por no ser atendidas.
Frente a esta desgracia en el Estado de México, quisiéramos ver que Enrique Peña Nieto llegara al lugar de los hechos a dar un recorrido para ofrecer ayuda, como lo ha hecho en el extranjero, pero éste no se ha dignado. Cualquier mandatario en su lugar ya lo habría hecho, pero nuestro país es un caso aparte. Recuerdo que en abril cuando ocurrió la explosión en el complejo petroquímico de Pajaritos, decidió que no iría al lugar y optó por un fotomontaje que aparentaba un recorrido por la zona. Cualquier mexicano está acostumbrado a la indolencia del presidente, pareciera que las prácticas desleales como el desabandono, la delincuencia o la corrupción de los gobernadores o el presidente se estuvieran naturalizando en la sociedad mexicana. Ojalá que no, porque ese sería el peor de los escenarios.
Dicen los analistas de coyuntura, que para que se dé un punto de quiebre en un momento decisivo, tiene que haber una sacudida, una convulsión o un estremecimiento social para que se muevan las piezas y las cosas cambien. Confío en que el dolor social, la solidaridad y las muestras de apoyo ante este hecho tan lamentable en Tultepec, sean elementos que nos impulsen al cambio, todos los mexiquenses en nuestros respectivos ámbitos, sectores, estratos, edades, sabemos que las cosas están mal, somos víctimas frecuentes de la inseguridad, los secuestros, los moches, la violencia, la corrupción en los distintos órdenes de gobierno, feminicidios, homicidios, escasa cobertura de servicios de salud, educación, salud, crisis de derechos humanos.
Este puede ser el punto de quiebre, que esta vez las investigaciones en Tultepec sean trasparentes, que se dé con los responsables, que esta vez sí exijamos que el gobierno no meta mano en la investigación, para que no quede en el archivo muerto o el abandono. Estamos en un momento clave para reivindicar nuestro poder ciudadano y avanzar en la transformación sistemática que urge el Estado de México.